Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Este es el gran hallazgo del
hombre, encontrar al Salvador. Pero, lamentablemente, no es un hallazgo
habitual. Muchos de los que hoy concurren a las iglesias nunca han hecho
esta entrega específica a Dios para ser salvos; algunos por haber dado
por sentado que estando en la Iglesia era suficiente para "calificar"
para la salvación. Esto es un verdadero "suicidio espiritual", puesto
que nos acercamos cada día mas a aquél maravilloso día en que la final
trompeta se escuchará y sólo los salvados serán arrebatados y
transformados a la misma imagen de Cristo Jesús.
Para
ser salvos, necesitamos reconocer que estamos perdidos y que
necesitamos que alguien nos rescate, nos redima. Si en nuestra vida no
hay una necesidad, un dolor de saber que con la vida que llevamos hemos
ofendido a Dios, y, sobre todo un arrepentimiento genuino, nunca
podremos ser salvos. Es como decirle a Dios que está equivocado y que
nosotros no somos tan malos; es despreciar "la dádiva de Dios que es
vida eterna en Cristo Jesús" (Rom 6:23).
A
veces, nos consideramos menos pecadores por el hecho de haber "nacido"
dentro de la familia cristiana, como si eso nos dejara a mejor distancia
de los otros "pecadores". Esto no es así. Todos necesitamos, y lo digo
con grandes letras: TODOS NECESITAMOS que Jesús sea nuestro Salvador,
nos condenamos solos si pensamos que no tenemos esta necesidad. Podemos
ser las mejores personas del mundo, hacer las obras y los sacrificios
que nadie haría; podemos llevar una vida intachable a nuestros ojos y
frente a los demás, pero esto no nos sirve para ser salvos. SOLO
NECESITAMOS A JESÚS.
"Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí" (Jn14:6)
Si
te ves reflejado en estas palabras, arrodíllate delante de Dios y con
una sencilla oración pídele perdón. Dios siempre recibe al corazón
contrito y humillado.
Querido Padre Celestial, te doy gracias porque tu eres un Dios santo y justo. Yo, por el contrario, no soy ni santo, ni justo, porque he pecado muchas veces. Se que a fin de poder ir para estar en tu presencia, necesito perdón y limpieza. Por lo tanto, estoy arrepentido y te pido perdón ahora mismo en el nombre de Jesús y reconozco que soy pecador y que necesito al Salvador. Te doy gracias porque he sido perdonado y con tu ayuda ahora mismo ve vuelvo de todos mis antiguos caminos. Ayudame a transitar la senda que has trazado para mí. Gracias, en el nombre de Jesús. AMEN
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