miércoles, 16 de enero de 2013

EL AMOR DE PAREJA QUE DIOS ENSEÑA

Muchos identifican amar con gustar, el amor fisico, pero nada tiene que ver lo uno con lo otro. No todo lo que se gusta, lo que atrae con los ojos es amor y menos el de los reales. Dicen: me gusta su cintura, el ritmo de su andar, la modulación de su voz. Puede nacer el amor sin que lo cautive ninguna zona anatómica concreta, ninguna parcialidad determinada de personalidad.

El amor verdadero nace de un momento en que el ser humano se olvida de sí; es deslumbrado, 'sacado' de sí mismo y cautivado por un otro todo. Crece con deseos de darse y se consuma en el olvido total de un gozo recíproco.

El aprender a ser mas que amantes, es ser mejores amigos, compañeros reales. Encontrar en la otra persona todo lo que jamas podrias encontrar en otra persona. Eso es amor verdadero. El amor que dura toda la vida.

De la otra manera, el amor fisico el de los aspectos que 'me gustan' pueden desvanecerse al primer golpe del viento otoñal.

Muchos amantes, seducidos por efímeros atavíos, se constituyen en pareja. No es de extrañar que tantos compromisos conyugales acaben a la postre en flores de un día.

La profundidad del amor se mide por las pequeñas alegrías que se dan los cónyuges y también por las pequeñas heridas que reciben, pero no heridas que provienen de los oscuros manantiales del egoísmo, sino de aquellos otros que son necesarios para los procesos de adaptación e integración.

En el verdadero amor se ocultan fuerzas singulares para resolver las contrariedades de la vida y para no detenerse en la marcha ascendente de la búsqueda de la perfecta alegría.

Los amantes usan un idioma desconocido para, las que no aman: una mirada, un suspiro, un momento de silencio, actitudes que expresan más que todas las palabras del lenguaje humano.

Amor del tipo reales es una bendicion directo enviada desde el Cielo. Pocos lo llegan a conocer o encontrar.

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